A lo largo del último siglo, el desempeño real de las bolsas mundiales ha sido mucho más moderado de lo que muchos imaginan. De hecho, las principales bolsas han rentado alrededor de un uno por ciento real al año, un dato que sorprende a quienes asocian la inversión bursátil con grandes retornos garantizados. Londres, considerada una de las plazas más maduras, apenas supera ese promedio, dejando claro que el crecimiento sostenido y extraordinario suele ser la excepción y no la regla.
Este bajo rendimiento refleja, en parte, las profundas transformaciones que ha experimentado la economía global, especialmente desde la segunda mitad del siglo XX. Cambios tecnológicos, crisis financieras, y fluctuaciones en la demanda global han influido en la rentabilidad de los mercados.
Es importante recordar que la inversión en bolsa debe verse como una estrategia de largo plazo y no una solución mágica para el crecimiento patrimonial. La volatilidad es inherente a los mercados y, aunque puede haber periodos de alza, los retrocesos y las correcciones son inevitables.
Para entender mejor cómo estos ciclos económicos impactan a las sociedades y a los inversores individuales, te recomiendo leer nuestro análisis sobre pichicateada y ciclos económicos, donde abordamos cómo la especulación y las expectativas influyen en los comportamientos de mercado.
En síntesis, la experiencia de las bolsas mundiales a lo largo de la historia nos recuerda la importancia de la paciencia, la diversificación y el conocimiento a la hora de invertir. La utopía de retornos fáciles y constantes debe ser reemplazada por una visión más realista y fundamentada, que tenga en cuenta los ciclos, los riesgos y las oportunidades reales del mercado.