En la última década, la economía chilena ha mostrado señales de estancamiento que preocupan tanto a expertos como a ciudadanos de a pie. Mientras algunos hablan de crecimiento, la percepción en la calle es distinta: empleos precarios, bajos salarios y una concentración de riqueza que parece inamovible.

La pregunta es simple: ¿vivimos una “década perdida” para la mayoría de los chilenos? A pesar de los grandes titulares sobre avances en inversión o modernización, los beneficios no se han distribuido de manera equitativa. El poder sigue en manos de una élite rentista, que ha frenado cambios de fondo y ha mantenido un modelo extractivista poco inclusivo.

El desafío para las nuevas generaciones será romper con este ciclo y buscar alternativas que generen oportunidades reales, no solo para unos pocos. Si el país no enfrenta esta realidad, el riesgo es seguir sumando años a una década que, para muchos, ya se siente perdida.

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