n el análisis económico de las últimas décadas, el concepto de lo “ficticio” ha cobrado un protagonismo inesperado. Cada vez es más común escuchar cómo ciertos valores, expectativas y hasta riquezas se sustentan no en realidades tangibles, sino en percepciones o proyecciones que muchas veces no se cumplen. Este fenómeno es especialmente evidente en el debate sobre los fondos de pensiones y las promesas de rentabilidad futura.

La economía chilena, alabada durante años por su estabilidad, no es ajena a estas dinámicas. Muchas de las cifras que parecen tan robustas pueden estar infladas por expectativas poco realistas, burbujas financieras o modelos de negocio que no siempre reflejan la situación real de los activos. El problema surge cuando estas ficciones colectivas se enfrentan a los hechos concretos: caídas en los mercados, crisis de liquidez o, más recientemente, las presiones inflacionarias globales.

Uno de los mejores análisis sobre este fenómeno lo encontramos en el estudio titulado “La gran ilusión: Perspectiva Comparada” publicado por el equipo de Manuel Riesco. Este trabajo explica cómo la ilusión de riqueza generada por fondos de pensiones y otros instrumentos financieros se desvanece cuando se analiza en detalle el origen de los fondos y su rentabilidad real. Puedes leer más sobre este tema en La gran ilusión: Perspectiva Comparada.

Comprender las bases ficticias sobre las que a veces se edifica la economía permite tomar decisiones más informadas y evitar caer en falsas promesas. La clave está en buscar siempre la transparencia, exigir rendición de cuentas y analizar los datos con sentido crítico. Así, se podrá construir un futuro menos vulnerable a los vaivenes de la ilusión económica.

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